El zapatero

Solíamos jugar a la pelota.
La plaza de la iglesia se encontraba
unos dos metros sobre aquellos huertos
al lado de los cuales había un zapatero.
Cuando a veces caía la pelota,
alguno de nosotros se descolgaba rápido.
Si antes la alcanzaba el zapatero,
con su cuchilla la rajaba.
No sé cual era el cuello que cortaba
en aquella pelota de goma de unos niños.
Me daba miedo: un miedo que no era
ya el de los cuentos o del cuarto oscuro.
Era un miedo más duro. Más real.
Más como cuando tú te ibas con otro,
o cuando nuestra hija murió.

de Joan Margarit, Casa de misericordia, Visor, 2oo7.

1 comentarios:

Anónimo | 9 de mayo de 2008, 18:51

Este poema lo leí hace poco en un autobús metropolitano de Granada...

Me pareció brillante... SIN PALABRAS.