Poeta del No

"54) La muerte de la persona amada no sólo engendra lilas, engendra también poetas del No. Como Juan Ramón Jiménez. Puerto Rico, primavera de 1956. Juan Ramón se había pasado la vida creyendo que se iba a morir inmediatamente. Cuando le decían: "Hasta mañana", solía responder, "¿Mañana? ¿Y dónde estaré yo mañana?". Sin embargo, cuando tras despedirse de esta forma se quedaba solo y se iba a su casa, permanecía en ella tranquilo y se ponía a ver sus papeles y sus cosas. Sus amigos decían que oscilaba entre la idea de que se podía morir como su padre mientras dormía -a él le habían despertado sacudiéndole para darle la noticia- y la idea de que físicamente no le ocurría nada. Él mismo describió ese aspecto de su personalidad como "aristocracia de intemperie".
Se había pasado la vida creyendo que se iba a morir inmediatamente, pero nunca se le ocurrió pensar que primero iba a morirse Zenobia, su mujer, su amante, su novia, su secretaria, sus manos para todo lo práctico ("su peluquero", se ha llegado a decir de ella), su chófer, su alma.
Puerto Rico, primavera de 1956. Zenobia regresa de Boston para morir al lado de Juan Ramón. Ha luchado durante dos años con coraje contra un cáncer, pero le han aplicado un tratamiento radiológico excesivo que le ha quemado la matriz. Su llegada a San Juan, sin que ella lo sepa, coincide con la de unos periodistas suecos que saben ya que el Premio Nobel de ese año va a ser otorgado al poeta español. El corresponsal de un periódico sueco en Nueva York pide a Estocolmo que adelante la concesión del premio para dárselo a conocer a Zenobia antes de morir. Pero cuando ella se entera ya no puede hablar. Susurra una canción de cuna -se ha dicho que su voz recordó el tenue crujido de un papel- y al día siguiente muere.
Juan Ramón, premio Nobel, se queda como un inválido. La canción de cuna ha taladrado su aristocracia a la intemperie. Cuando tras el entierro le devuelven a su casa, la sirvienta -que todavía vive, tiene más de noventa años, y se acuerda perfectamente de todo aquello, lo cuenta hoy en día en San Juan a quien le pregunte por ello- será testigo de un comportamiento enloquecido, antesala de la conversión de Juan Ramón al arte del No.
Todo el trabajo que Zenobia había hecho ordenando sabiamente la obra de su marido, todo ese trabajo de muchos años, toda esa labor grandiosa y paciente de enamorada fiel hasta la muerte, se viene abajo cuando Juan Ramón lo revuelve todo, desesperado, y lo arroja al suelo y lo pisotea con furia. Muerta Zenobia, ya no le interesa nada su obra. Caerá, a partir de ese día, en un silencio literario absoluto, ya no escribirá más. Ya sólo vivirá para pisotear a fondo, como un animal herido, su propia obra. Ya sólo vivirá para decirle al mundo que sólo le interesó escribir porque vivía Zenobia. Muerta ésta, muerto todo. Ni una sola línea más, sólo silencio animal de fondo. Y al fondo del fondo, una inolvidable frase de Juan Ramón -no sé cuándo la dijo, pero lo que es seguro es que la dijo- para la historia del No: "Mi mejor obra es el arrepentimiento de mi obra".

de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Anagrama, 2000.

3 comentarios:

Anónimo | 29 de octubre de 2007, 17:09

Vivir también cansa, significa esto que no estamos hechos para vivir? No solo que no estamos hechos para el existencialismo. Sartre Sapo!

Sra. Sombrilla

Anónimo | 30 de octubre de 2007, 17:04

Ah, querida Jenny, JRJ y Zenobia, cuánta complicidá, fidelidá, pasión, tamién cuantu dolor, cuantes renuncies d'entrambos (los diarios de Zenobia nos que suena como una psicofonía respigante la so voz dolida y sicasí totalmente entregada al llabor del compañeru)...Les alcordances más nobles del poeta, por exemplu la so actuación na guerra civil, mientres tantos s'engarraben ente ellos a ver quién yera'l más gayu pa dir a pegar tiros o a declamar versos antifascistes, JRJ -y Zenobia- acoyíen na so casa de Madrid a los nenos güerfanos y abandonaos; mientres otros colegues namás esmolecíen por salvar los sos güesos esquisitos y la so obra de la quema xeneral, Juan Ramón y Zenobia namás esmolecíen por salvar a aquellos nenos, da-yos el calor y el cobiyu que la guerra-yos arramplaran... JRJ Y Z. na casa que después d'abandonar España asaltaran y saquearan los falanxistes, ente ellos tres nomes cimeros del parnasacu facciosu que ya la hestoria con xusticia poética s'encargó de borrar nel olvidu...JRJ en Nueva York soñando coles mañanes soleyeres de la infancia en Moguer...JRJ peleándose cada día colos sos propios poemes, estruyéndolos pa volver a construyilos porque nunca-y acababen de prestar del too...O esa alcordanza final que Vila-Matas recrea emocionada nel que la comparte...

Ana Vega | 31 de octubre de 2007, 11:32

Bartleby=biblia de carne y hueso, imprescindible para sobrevivir.
Abrazo pa la jenny