La tarde es un auto que no arranca.
La ternura se abraza a los abrigos
y música de fondo el movimiento tras el cristal de la ventana.
Las horas se van recogiendo sobre sí mismas
al otro lado,
en los patios traseros,
entre paquetes de detergente abiertos
que exprimen su luz como una esponja.

Parpadea
la luz de la primera cocina.
Mi cuerpo toma la forma palpable
de ese apetito.

de Jaime Priede, El coleccionista de las tarjetas postales

1 comentarios:

Anónimo | 21 de diciembre de 2007, 12:31

Muy bueno, menudo regalo de Navidad.