Evolución

Al principio fue gracioso. El gato, naranja como la pulpa de una tarde comestible, avanzaba creyéndose un cazador en plena sabana. Es un felino, le viene de familia eso de ser sigiloso, de moverse inadvertido, surgir, sorprender, llegar y no estar al momento siguiente. Por eso era gracioso ver al gato panza arriba disfrazado de tigre blanco y fiero. Pensé en aquello de Dios creó al gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre de los ratos muertos de Víctor Hugo. Fue gracioso estar apoyada en la puerta y verle acercarse, con tiento, como si no avanzara. Pero de repente perdió toda la gracia.
Y ahora, encerrada en una casa que ya no es mía, me apoyo contra la puerta, oculto la respiración. No quiero recordarle que estoy tras esta madera enclenque. No quiero abrir la puerta, porque ya ruge como un tigre.

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