Hablemos de "los toros"


Ante el cuestionamiento de un sistema, ocurren varias cosas. Por un lado, se tambalea el modo de vida de las personas directamente beneficiadas por dicho sistema. En general, esas personas no representan al grueso de la población. Ocurre también que se tambalea el estado de zona de comfort en el que se encuentran muchas personas, que sí son una parte mayoritaria de la población.  Esto es: defiendo algo que a decir verdad no me afecta pero sobre el que se han construido algunas de mis certezas (mi paisaje social, mi escala de interpretación del arte, el folclore, la identidad de mis allegados, lo que me han dicho que es "patria" y que por tanto es "yo").

Cuestionar las corridas de toros es dar en parte de ese constructo sobre el que se cimenta (con papel de periódicos viejos también se hacen cimientos)  la zona de comfort. 
Algunas de las respuestas que estos días, a raíz de la manifestación convocada el próximo sábado en torno a la feria taurina de Xixón, he podido leer tienen más de tarareo de canción escuchada por la radio que de información fidedigna. 

Estos días he encontrado artículos con datos exactos sobre las cifras, en tanto que empleo y en tanto que motor económico, sobre la tauromaquia. Por destacar: mientras que en ocho años ha bajado el número de espectáculos a casi la mitad (de 3651 a 1868 en 2014) el número de profesionales taurinos (toreros, novilleros, rejoneadores, banderilleros, picadores, mozos de espada y toreros cómicos) ha aumentado en el mismo periodo en 2797 trabajadores más. De estos trabajadores, tan sólo el 8.8% ha tenido una o más de una actuación en 2014. Cuesta pensar que estemos hablando de un ejercicio empresarial ni profesional mínimamente sostenible. Y ya si miramos las medias de edad de las personas que trabajan  en el sector (asusta pensar en la media de edad de los novilleros que, se entiende, es un paso previo al rango de matador) vemos que está sorprendentemente envejecido para el ejercicio físico que supone. 
Y podemos seguir con los argumentos de ecosistema, dehesas, infraestructuras, ayudas públicas directas e indirectas, subvenciones específicas del estado...  Lo cierto es que la cantinela de la afición y producción económica del sector es del todo inane, y suena a eso, a cantinela desinformada. 
Y luego están los sofismos: os preocupáis por el sufrimiento del toro y no por el de los niños que pasan hambre. ¿De dónde se extrae esa conclusión excluyente? Quizás, si quien lo dice tuviera una implicación con el segundo término de su argumento habría visto a la persona a la que recrimina en manifestaciones contra los recortes, contra la pobreza infantil, contra la falta de libertades y derechos.  Por no hablar de lo cómodo, y decepcionante -porque estamos hablando de vidas- que resulta utilizar abstractos "los niños que pasan hambre", como si eso fuera un lugar específico en la geografía mundial, o una franja de edad específica o se resolviera todo en un tribunal específico y no se debiera en función de cada caso a una serie de problemas estructurales -algunos comunes y otros concretos de cada territorio y realidad. 
(En mi experiencia personal añadiré que nunca veo salir en defensa de la sanidad pública o la educación pública a quienes sí veo utilizar, como poco, tibios argumentos en favor de la tauromaquia. Pero claro, quizás sólo sea una casualidad muy causal).
Más sofismos: os preocupáis por los toros pero bien que coméis carne. Comparar la muerte de un animal como espectáculo recreativo frente a la muerte de un animal como alimento parece un tanto cogido con pinzas. Esto no quita para que haya explotaciones animales absolutamente denunciables o para que los procesos del sistema en el que nos encontramos propicien tratos a aves, terneras, cerdos que nos envilecen como seres humanos y contra los que hay que estar alerta. Con todo, no hay lógica argumentativa entre el deleite y distracción a través de la contemplación del asesinato y el de la alimentación.
 Y mi favorito: estáis en contra de todo. Lo cierto es que es justo al revés. Estamos a favor, y no hace falta que nos vayamos autodenominando provida, ya de paso. A favor de vidas sin sufrimiento. A favor de no ejercer desde una situación de privilegio el sufrimiento a otro ser vivo. A favor de no considerar arte el finalizar con una vida. 

Desde luego que el asunto de las corridas de toros, así como de cualquier otro maltrato animal, no admite parches. Es un problema de base y precisa un cambio radical. No vale con introducir un inocente decálogo de buenas prácticas cuando la práctica es la tortura y el fin la contemplación de esa tortura. Aunque viendo las cifras, servidora considera que con dejar de destinar el dinero de las arcas públicas que se destina toda esta "tradición" caería por su propio peso. 

La verdad es que es preocupante esta pátina de oscuridad -de tiempos tristes y  de desprecio por el conocimiento y por la vida- cuando sale el tema. En Xixón sale al menos una vez al año, con la llamada Feria de Begoña. Quiere una pensar que al final se entiende que la Tierra no es plana, pero cuánto tiempo lleva y qué claro parece que quizás no seamos nosotras quienes lo veamos. 
Estos días pienso mucho en el brillante cortometraje "Topeka", de Asier Altuna. Es corto. Si hay quien lee esto y no lo había visto, le animo a que lo haga. 
En realidad, este cortometraje es lo que pienso sobre este asunto en días en los que ya son 25 mujeres asesinadas en ocho meses. Todo, compas que os dejáis caer por aquí, tiene relación.


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