Palabras sobre Parentesco, de Alba González Sanz

Intento esquivar el cuadro pero no hay forma. En su lectura, en su pensar después, en  Parentesco parece haber un link imposible de desenlazar entre el poemario y el  cuadro de Gauguin. Temo lo evidente si lo nombro, pero persiste.  ¿De dónde venimos? ¿Quién somos? ¿A dónde vamos?  Gauguin pinta y dice. Y en ese retablo de la cronología, de lo próximo, dicen más. Entiéndanme, quiero decir Genealogía (I):

La Abuela Benigna cruzó su mirada
con la osa.
El animal permitió,
al no matarla,
que fundara mi estirpe.

De la historia aprendí
que a la tierra y al pasado
hay que mirarlos de frente
y guardarles,
en la muerte,
las lealtades.

Mira a la osa escondiendo sus garras,
bajando los ojos.

La vida sin embargo
afila caminos.



Quise decir que en este estar sólo estamos si miramos de frente al pasado y a la tierra. Que nada empieza ni acaba en nosotros. O que no debería ser así. Que estar es saber que somos una escalera a la que, como a los árboles genealógicos, le van colocando números (y palabras, y tactos y mundos) a los lados. Que estamos con certeza de radio encendida y realidad de barrio construido sobre el barrio que se habita. Barrio, pueblo. Los espacios en los que la vida se hace y en los que la vida que crece imagina otros espacios. No tanto matrioskas que encierran un secreto al final como piezas de lego en continua construcción. Que estamos y nos hacemos con partículas que vienen de lejos, que el desplazamiento no sólo es en los mapas sino también en las fotos. Y que si somos, si venimos de aquello, del pasado tangible, la imagen en blanco y negro, la leyenda; qué memoria hacemos del hoy -de esta nostalgia prematura en el presente- para mañana. Y para quiénes.

Los poemas de Alba González Sanz salen al encuentro. Te buscan. Para explicarte cosas, como que nadie nos deja cuando se convierte en árbol. O que con nuestra voz y su sonido arrastramos una deuda con las voces que nos precedieron. O que veinte minutos transcurren distinto para un cuerpo que se quiere que para una rutina que se retrasa. Lo elemental, la vida. Lo que somos. Ahí los poemas de Parentesco. Haciendo lo que ha de hacer la poesía, darnos un tanto de aliento, acompañarnos, aparecer insistentemente cuando nos pesan los adverbios.


Texto de no-presentación durante el recital del viernes 14 de junio en Cambalache (Uviéu).

1 comentarios:

Ruth | 21 de junio de 2013, 3:06

Ese era uno de los poemas que más me gustaron del poemario...

Explican cosas estos poemas, con gran sencillez, pero con la voz fuerte.

"a la tierra y al pasado
hay que mirarlos de frente
y guardarles,
en la muerte,
las lealtades."