Versos con los que entender los pasos, o que al menos los acompañan al andar

Leo en el perfil de un amigo esta semana: 

Que votar no sea una fiesta. Que votar nunca sea una fiesta.

Hincad en la urna

el puño

hasta que sangre la indiferencia de su grieta y nada te separe de su fondo.

Pienso que es peligroso confundir el entusiasmo y ilusión con la victoria. Pienso que hemos de cuidar el gesto. Que sin ese gesto -introducir el voto en la fisura del sistema- nada de lo que vendrá podrá ocurrir del todo. 

Pero pienso que hay algo que ya ha ocurrido, algo para celebrar. Vamos despacio, es cierto. Necesitamos varios años de crisis, de miserias al lado de casa y en casa propia para despertar, para decirnos lo que bien escribe Alberto Porlan al final de País:
derrotemos al último enemigo 
que por dentro nos vence: 
el miedo que tenemos a juntarnos 
porque nos conocemos
Porque nos juntamos para decir aquello que no podía seguir siendo. Aquello que ya ponía sobre blanco Ángela Figuera, que no hemos de olvidar, porque no ha dejado de ocurrir: 


No quiero

que el trigo se queme y el pan se escatime.


No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.


Necesitamos más años, desde aquella luz de mayo del 2011 para asumir que hay que entrar en espacios que se nos fueron haciendo ajenos. Que hay que tomarlos aceptando un juego que no nos gusta, ganar ahí y cambiar las normas de ese juego, para que sean como deben ser, para que nos permitan de verdad formar parte. 
Escribe en Que concierne Julieta Valero

Sácate la escaramuza de la boca y piensa en formas del sonido que trasciendan la representación. 

Porque, como apunta David Franco Monthiel:

Hemos venido para no hacernos más los sordos, para golpear con la palabra. 

Golpear con la palabra teniendo muy presente el canto del poeta iraquí Nazik al-Mil’-ika:
¿Desde dónde nos llega el Dolor a nosotros?
¿De dónde viene?
Ha sido el hermano de nuestras visiones desde un tiempo inmemorial
Y la guía de nuestras rimas

Sabiendo de dónde viene esta decisión, asumiendo la posibilidad de equivocarnos pero la imposibilidad ya de no tomar postura, de no mancharse si hay que mancharse, de no decir porque hay que decir. No podemos hacernos más los sordos porque este sonido lleva mucho tiempo pidiéndonos la escucha y la respuesta. 
Y con todo, ante ese riesgo al error, al desgaste -los únicos peligros achacables a las decisiones tomadas en este tiempo- una hará por tener muy presente el hermoso recordatorio de Abu al-ala al marri

Hay que andar por esta tierra lentos, y con mucha suavidad, pues está hecha con la piel de cada muerto.

No olvidar la historia de la que venimos. No olvidar que con lo que hacemos vamos haciendo la historia de quienes aún no nacieron. 



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