Los arboles si dejan ver el bosque




Un sueño se vuelve angustioso cuando hay algo, en la mente dormida, que sigue queriendo ser racional y salta como un resorte. Si soñar significara una absoluta desconexión con el mundo al que uno ha de enfrentarse a diario podrían sucederse imágenes y sensaciones totalmente fantásticas, increíbles. Pero el miedo se siente cuando hay un hilo, un cordón umbilical con la realidad que advierte a todos los demás sentidos que algo no marcha bien, que es extraño. El trabajo de Eelco Brand es, en ese aspecto, un sueño angustioso, en el que la dosis exacta de funcionamiento del mundo aterra al no despegarse de la inesperada imaginación del artista.
Y no sabemos cómo afrontar la materia de su historia. El humo que se eleva desde la zona ciega de una colina puede estar originado por un accidente de coche. O puede ser una señal de auxilio. O, más aterrador aún, un saludo.
No hay nada en la obra de Brand, nada en su cromatismo, nada en el movimiento, que genere en el estómago ese diálogo de acordeón que a uno lo encoge cuando teme. Sin embargo, precisamente en esa falsa normalidad, en lo cotidiano de un viaje en coche, incluso, en lo terriblemente cotidiano de un accidente de coche, es donde reside la fuerza de su lenguaje. Cuando creemos conocer y comprender su relato visual, nos traslada al sin sentido, a ese lugar familiar pero que no ubicas, que te remite directamente a la ensoñación.
Y su discurso no se centra sólo en la tragedia que parece suceder pero que resulta ser otra vuelta de tuerca en el camino. Brand reflexiona sobre los mundos posibles, como una variación de la teoría de cuerdas en la que mil coches distintos viajan a gran velocidad en el mismo momento de mil lugares casi idénticos. Son variaciones estáticas, narraciones comprendidas en la estampa de un bosque con repetidos claros idénticos.
Hay cierto estatismo hasta en las piezas de videoarte: caminar por un bosque virtual, en el que se puede sentir la aspereza de cada rama interpuesta, cada zarza, arbusto, se convierte para Eelco Brand en un falso avance. La misma sensación onírica en la que uno cree desplazarse, correr, y no se mueve del sitio.
Alguien decía hace poco que la mejor representación de la vida la hacía El Bosco en su jardín de las delicias. Y los sueños se plasman, gracias a la sensibilidad de Eelco Brand, de un modo hermoso y, como siempre ocurre con cierta belleza, angustiante.


Artículo publicado esta semana en OviedoDiario.

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