Virginie y Suzanne

Virginie, nadie te pintó
las caderas
ni los pómulos
como Degas a Suzanne.
Ni supiste nunca
de más funambilismo
que el de la tensión de los
violines.
Virginie, Suzanne
tuvo entre sus faldas
a todos los artistas de Montmarte
mientras tú medías la esencia
del sonido, te acurrucabas
en lo opaco del cuarto, rien à part une froide solitude
qui remplit la tête avec du vide
et le cœur avec de la peine.

Suzanne te pintó la mañana
después del primer sudor
y le pediste que os casárais,
por sujetar lo frágil
del tiempo.
El cuadro
siempre ha estado ahí. Suzanne
te lo dejó con una ráfaga de huída
y una verdad a la que asomarte.
Aún te ves, Virginie, como en un espejo,
con los rasgos marcados y en los ojos
Embryons desséchés, la certeza
de ser de los mejores músicos
de la tierra.


Virginie Lebeau fue el pseudónimo que utilizó Erik Satie en su última época. Suzanne Valadon era una acróbata que aprendió a pintar siendo musa de Renoir, Degas y Lautrec.

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