Imagino
a los hombres y mujeres
que conocieron el vértigo
a principios del XX.

Nosotros, anoche
veíamos pasar un tren
iluminado por el flexo del dormitorio.
Ya entonces supimos
que la velocidad nos arrollaría
o acabaría por ser
el abandono acariciándonos el pelo
en la próxima estación.

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