Cuántos años hacen falta
para saber que tu casa
es tu casa.
Y, entiéndeme,
no hablo de hipotecas,
de los dedos ágiles del banco
ni de préstamos familiares
-con peores garras, muchas veces-.
Me refiero
a cuánto se tarda
en saber que esa casa,
esas paredes, esa debilidad
de grietas bajo la pintura, ese
ritmo de goteo en el baño, ese
silbido de aire en la junta de las ventanas,
cuánto se tarda
en saber que todo eso
es tu casa
y no los restos de un desalojo anterior,
ni la guarida de un fantasma y sus
legítimos recuerdos.
Cuánto se tarda
en creer que por fin
eres dueño de un espacio,
que el estuco en las paredes grita
tu nombre, que cada plato
que rompas será un plato tuyo.
Te lo pregunto
porque ya es tiempo
el que llevo en esta casa
que jamás has visto, en la que
no has colgado un cuadro o
tropezado con una puerta o
pisado las baldosas descalzo
y sin embargo
las paredes,
con la más inútil
de las intenciones,
sólo saben
tu nombre.

1 comentarios:

Anónimo | 15 de mayo de 2007, 16:50

Es muy lindo, niña. Te recuerdo quehay una entrevista con tu nombre, cuando tengas tiempo