10

Más discreto es el murmullo
del humo y las cenizas, pero hablan
por más tiempo y a más hombres.
Tales son los privilegios
de lo que existe apenas:
palabras fracturadas hasta el polvo,
monosílabos livianos
cuya propia livianidad garantiza persistencia.

Pues persisten sus copos:
discretos, flotan lejos, se encadenan
en largas, duraderas letanías
de pavesas que obedientes buscan vientos,
vuelan alto, cruzan mares,
cruzan días como el germen de una peste,
como el polen ceniciento de los versos.


Y bajo ellos rueda el agua conturbada,
la tercera
trompeta del pequeño apocalipsis,
el fluido eco sucio
que la costa devuelve y abre el ojo del planeta
de levante a poniente
como un móvil meridiano:
una ola enlutada que desanda el Atlántico
arrastrando en su giba hasta la otra ribera
miasmas, cañas, cabellos,
pan, astillas, papeles, cuerpos
muertos, malas
nuevas. Las espero esta mañana
bajo el aire enrarecido
por el daño que estremece a muchas leguas.
Hoy vigilo el oleaje de esta costa borrascosa.
Anticipo en sus riberas
un informe de ceniza.


de Juan Carlos Gea, El temblor, Lisboa, sábado de Santos de 1755, ed. Trea

3 comentarios:

El detective amaestrado | 4 de junio de 2007, 12:03

Y aún parecen como recién escritas...

Anónimo | 6 de junio de 2007, 1:37

Buen tipo este Gea. Y buen poeta también. Pero seguro que tiene un punto flaco (todo el mundo tiene uno; yo, sin ir más lejos, soy en mí mismo un punto flaco). Seguiremos buscando...

Saludos cordiales, señorita Castañón.

Miguel Cane | 7 de junio de 2007, 17:02

Gea es un gran poeta y (si semejante cosa fuera posible) un mejor amigo y ser humano.

Es un placer enorme encontrar estos versos aquí.

Mi favorito es el 18.

¡Gracias!

PD: Y no, no tiene ningún punto flaco. Me consta.