Aprendí a echar de menos



Para que Enrique Urquijo llegue a los rincones de una estancia (virtual o no), no es necesario un ataque de ñoñez ni tiene por qué ser un elecuente síntoma de bajón emocional. Puede llegar como un recuerdo -me sorprendió tanto de aquella ver un videoclip que contaba una historia que nada tenía que ver con la letra de la canción-, como una reflexión -sobre una tara gerenacional por culpa de la droga-, o como una especie de incómoda broma del destino cuando estos días sigues sin encontrar nada en el buzón salvo una pegatina infantil con una frase muy poco infantil: Se está mejor solo.
Quizás, como todo, esto sea parte del aprendizaje.

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