Fue en la noche de San Juan que Berta quiso que la pintaran desnuda. Esto no era difícil para una mujer con sus curvas y un vecino con ínfulas de bohemio y que solía revisitar Titanic.
A Berta no le caían los bucles como a Kate Winslet sobre los hombros. Y él tenía tanta maña con los lienzos como un político con las verdades.
Aún así, ella quiso que la pintaran desnuda. Y comenzó a pasearse sin ropa por toda la casa. Primero unas horas, con el pudor perdido. Después,
todo el día. Notaba en los muslos
las gotas de salsa saltando desde la sartén.
Los pechos se balanceaban al tender la ropa. Los vecinos
conocieron el escándalo
y la belleza. El pintor
se reconoció torpe.
Pero ella, en la noche más calurosa, entre el rumor de bolsas de plástico y botellones,
la noche mágica de los esotéricos, la noche
mágica, mienten los adolescentes que quieren nocturnidad y vodka, ella
se descubrió habitante de un cuadro.
Sólo dejó un rastro de pintura
por el pasillo, si alguien
no el vecino bohemio, pobre, si no alguien diestro
o zurdo, pero con manos hermosas,
le hubiera tocado el vientre
el óleo y la calma
se habrían quedado entre los dedos.
Dicen que fue en San Juan y su noche
cuando Berta nos dejó
para ser pintura
y un poema.

1 comentarios:

Krasnaya | 24 de junio de 2008, 13:21

Me encanta'l testu.

Ya dicía yo que nun me arrespondíeis, si táis pala Coruña!!!

En fin. XD