Vivo en aquella quejándome
de la temperatura
tibia, del
olor de los geranios.

En esta posesión descansa
una fe en los matices
y eso: la gardenia,
el jardín con infantes punillistas.

Cómo dudar que soy feliz cuando te escribo
en un estilo no vehemente, sin
apenas endulzar,

te merecías alguien menos
ingenioso -me gusta
mirarte de reojo,
no pienses lo peor.

de Carlos Pardo, Echado a perder, Visor, 2oo7.

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