Ensayo sobre la ceguera

No vi nada.
Ni las escaleras.
Ni la puerta de tu casa.
Ni el mundo en obras
alrededor de nuestras manos.
No vi una cortina infinita,
ni tu pelo como el filtro de esa noche
que más de una vez fingimos esquivar.
No vi nada.
Ni las trampas esparcidas
por la tarima que nos encontró desnudos.
Ni la polea que tiempo después
me separaría los tobillos
de la fuerza.
Ni los golpes, ni los trucos, ni las armas
de las que te sirves cuando el miedo
hace las veces de anfitrión en tus
improvisaciones.
No vi nada.

Ciega
e iluminada como una creyente en éxtasis
entré en tu casa.
Y no vi nada más.

El castigo empieza ahora
con los ojos inyectados en sangre
y esta decepción.

de Culpa de Pavlov, Ayuntamiento de Madrid, 2oo8.