El buen rollo hecho música

Delagua convirtió la presentación de su disco Defrente en una fiesta

Cuando llega el anuncio de fiesta presentación del evento que sea a uno casi le puede recorrer un escalofrío de aburrimiento protocolario –en el que “fiesta” equivale a vino español e intervenciones interminables de implicados y sospechosos habituales. Y es verdad, el concepto de fiesta o se ha modificado o por mucho que se disfrace la cultura de divertida, cultura se queda.
Es de agradecer que estos conceptos tan mal asentados por la experiencia reciban, algunas veces, un golpe que los agite, y que agite ya de paso los pies y los dedos tamborileantes de los asistentes. Delagua, el sábado hizo una fiesta. El motivo, la presentación de su nuevo disco, Defrente, que llegó –más a los bares que a las tiendas de discos, y que dure esta idea, ya que hay gran escasez de lo segundo- a finales del año pasado. Grabado en los estudios ACME y producido por el gran Miguel Herrero, que tiene el síndrome de un buen Rey Midas, Defrente recoge en once temas y un par de bonus track, el espíritu de Delagua. Y este espíritu no es ni el de un rey Ulmo que invoque a la lluvia, ni el de un paseo por el Brandivino tolkieniano, aunque en él habiten seres mitológicos y cuestiones esenciales. Se trata más bien del hueco que, como bien apuntó Alberto Toyos en su presentación, existía en la escena asturiana –donde el rock, el folk o el hiphop gozan de buena salud-, el de las buenas canciones, sin necesidad de clasificación.
Lejos quedan los tiempos de críticas que se limitaban a la comparación con Ella baila sola –mala suerte de parecido: dos cantantes con buenas voces. El mestizaje evidente, las ganas de experimentar y contar la vida como una declaración de libertades diferencian a la banda de Silvia y Gema Fernández de otros formatos. Ellas, que llevan la voz cantante –y nunca mejor dicho-, presentaron no sólo un disco si no un proyecto que incluye el arte en todas sus vertientes. Así, a las percusiones de Nacho García, al bajo de Antón Ceballos, el teclado de Xaime Arias, la batería de Sergio García, la sección de viento de metal compuesta por Miguel Herrero, Kiko Flores y Tino Cuesta, se le sumaban performance, malabares de El Ñeru los Coríos, las voces de Cruz (A Contratiempo), Puri Penín, Aníbal A. Menchaca o Vaudí, y la guitarra de Julio Fernández –y la armónica, claro.
Un espectáculo cuidado, que levantó desde las primeras canciones a parte del público abandonando la butaca para, al fondo, dejar que los pies se movieran a gusto, es decir, a ritmo.
Delagua, como siempre, lo ha vuelto a lograr. Ha rescatado la idea de fiesta-presentación: ha enamorado al público, lo ha divertido y le ha llenado, porque es verdad, a veces pasa, de buen rollo, que no sobra. Y menos cuando vienen estos días poco propicios para el optimismo. Lo de Delagua, por suerte, no es utópico, porque su materia es tangible. El sábado se podía tocar.

1 comentarios:

Krasnaya | 23 de enero de 2009, 5:19

¡¡¡Es una fiesssshta!!!