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SU EX NOVIO trabajaba en una tienda donde vendían artículos de decoración. Una de sus funciones era enmarcar los cuadros, según me contó ella. Láminas de Turner, reproducciones de los girasoles de Van Gogh y los archiconocidos angelitos besucones se llevaban la palma. Deduje que el póster que se colgaba en su habitación (El beso de Klimt) pertenecía a su pasado en común. Siempre que pasábamos por allí se detenía delante del escaparate y observaba durante un rato los cuadros expuestos. Había algo litúrgico en aquellas paradas. También, una intención escondida en la que nunca supe cuánto era añoranza y cuánto desquite.

de José Gutiérrez Román, La vida en inglés, Nistagmus, 2oo8.

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