Sal en La tormenta en un vaso

Esta es la historia de un fracaso. Lo dice Urbano, (o sea, yo), convertido en narrador y personaje de la novela que escribe, que es más bien un guión de cine, o un desastre, que es lo que le augura la Simondebovuá, su profesora en taller literario al que acude con regularidad incierta.
Cuando un actor debe interpretar a un personaje que a su vez quiere ser actor, pero que es malísimo, de repente, actuar mal se convierte en un grado de dificultad mucho mayor. Ser buen actor actuando mal. Esta voltereta, con triple looping y mortal hacia atrás, es la que se marca Manuel García Rubio con Sal: escribe una maravillosa y extensa novela como si fuera un pésimo escritor. Y le sale, claro.
Y entonces una, toda imaginativa, piensa en cómo se podría leer esta novela siendo un pésimo lector.

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