A vueltas con el sintagma "cine español"

La suerte dormida, 2oo3
Ángeles González-Sinde

El mayor defecto de esta película, me atrevería a decir el único, es de lo más representativo: su título. La suerte dormida suena pretencioso y echa para atrás al espectador. "Otra pretenciosidad vacía". Suena a eso. A director que lo mismo podría escribir poesía que hacer un guión (ojo, que es que "en Europa los directores son escritores de su película, claro") que hacer una escultura postmoderna con azúcar requemao -y, por cierto, titularla también "La suerte dormida".
Quizás, si el panorama fuese como tiene que ser, éste no sería un mal título. Imagino a Ken Loach titulando así una película suya con igual temática -sí, recuerda a Loach, recuerda- y lo mismo hasta le pega. Pero claro, estamos muy escarmentados, con muchos prejuicios y sobre todo con muchos antecedentes, para qué negarlo.
Ayer vi la película un poco de casualidad, un poco porque tenía de fondo el concierto de La2, y me gustó mucho. Adriana Ozores está magnífica (como siempre): el personaje es para sacarle partido, y ella lo hace con creces. La historia, el compromiso de la misma, y el modo en que está contada es muy acertado, y muy necesario. Las dosis de catársis, tan del "cine español" están muy medidas, porque de hecho la elección del conflicto de la protagonista -que le impide padecer o sentir (y ahí pensé en La ofensa de Menéndez Salmón, claro)- ayuda mucho a la contención.
Imágenes brillantes, sobriedad, que se agradece un puñado entre tantísimo exceso, y nada de mojigatería, ingenuidad impostada ni discurso petulante.
Una sorpresa, por otra parte, muy grata y un punto (va con sólo uno a favor y muchos más en contra) para González-Sinde.

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