La paradoja de la nieta

Aprovechando el silencio que se ha posado en la casa tendría que

acabar de empezar a ponerme con un artículo escribir la columna preparar el programa de radio revisar un cuaderno enviar emails repasar un listado de contactos y planificar las llamadas de mañana dormir y no patelear el verbo al despertar cuando no quiera saber nada de la vida vertical

Sin embargo, me dejo a la deriva por la red y encuentro un artículo sobre la Generación Y, que supongo que será la Generación Ye, ahora.
El artículo es lo que es porque para eso está publicado en Buscarempleo.es. Se elabora un perfil de cómo son, cómo somos, los nacidos en los ochenta. Somos los nacidos en los ochenta, no los precarios del dos mil, que eso queda feo a muerte. Y como estamos muy bien preparados somos caprichosos.
Exigen mejores salarios y no dan su vida por el trabajo, pues saben que un día están aquí, pero al siguiente, si la competencia paga mejor salario, allí estarán, y sólo durante el tiempo en que la oferta económica les resulte interesante.

Los jóvenes de la generación Y exigen, además, horarios flexibles, que dejen espacio para hacer todas las actividades que quieren hacer: salir, ir de compras, al gimnasio y, claro, tomarse unas largas vacaciones.

Cómo somos los nacidos en los ochenta, nativos (o casi) de internet. Cómo somos que exigimos horarios flexibles y largas vacaciones. O que tenemos tan poca implicación con la empresa que vamos allá donde mejor nos paguen.

Casi leyendo este texto, que no es un texto aislado si no un planteamiento relativamente extendido, parece que como nos creemos muy listos con nuestros estudios y nuestra tecnología recién cocida bajo del brazo vamos picoteando de empresa en empresa hasta que nos traten como los super jasps que somos.

El artículo, publicado en septiembre de 2oo8 (y de aquella ya estaba cayendo-nos), pinta a la Generación Y como un grupito privilegiado, aunque dos años más tarde somos conscientes de que ésta será la primera generación que no vivirá mejor que sus padres. Dos años más tarde, cuando un profesional te asesora para una entrevista de trabajo te dice que quites los estudios y la experiencia laboral del curriculum. Dos años después tu curriculum es excesivo. Y tus exigencias no son unas largas vacaciones, sino el sueldo base. No es un horario flexible, sino que se cumplan los convenios.

Quizás si nos dicen muchas veces que vivimos muy bien, nos lo creeremos. Eso parece, porque aunque las cosas se nos plantan más negras que nunca a esa gente que hemos nacido en los ochenta, no hemos salido a la calle. No estamos movilizados. No hacemos. Estamos, como hablaba hoy con un colega historiador, viéndolas venir.

Vienen. Y nos dan en toda nuestra Ye. Y ahí los lugares comunes: Ye lo que hai.

No hay trabajos e inventamos otros nuevos. Qué creativos los de los ochenta. Qué imaginación que tienen que están "creando" nuevos trabajos. Quizás porque nosécuántas fábricas se han automatizado. Y nosécuántas otras son hermosos edificios construidos a toda velocidad.

Quizás el tiempo invertido en esas muestras de imaginación es el tiempo que se emplearía en protestar y decir "hasta aquí". Quizás en invierno hace frío y hay que pagar la luz y no hay horas para todo y tanto.


Y escribo esto pero lo que tenía era que estar trabajando, porque tengo mucha suerte y un curro creativo, porque inventamos cosas y cómo somos los de los ochenta...




1 comentarios:

Krasnaya | 23 de noviembre de 2010, 8:54

¿La generación Y no era la de blogueros cubanos antisistema que encabeza la tal Yoani y que aglutina a todos los que tienen una "ye" o "i griega" en su nombre?

Estoy perdida...