Contra el peatón
Todas las mañanas lo mismo. Piensa que es mala suerte vivir justo ahí. En esa calle pequeña de una sola dirección que le obliga a girar a la izquierda todas las mañanas con el coche para ir hasta el trabajo.
- ¡Mierda! Otra vez. ¡Será posible!
Le dicen coge el metro. Coge un bus. Queda con alguien para ir en su coche hasta el curro.
No.
No, se dice. Yo voy en mi coche desde mi plaza de aparcamiento a mi trabajo por mi calle y por la calle de al lado.
Pero ninguna calle es suya. Y mucho menos aquella que aparece cuando gira a la izquierda, que concluye con un paso de cebra y ahí están ellos.
Ellos, con sus malditas cámaras de fotos. Ellos, siempre cuatro idiotas. Siempre cuatro idiotas diferentes. Ellos, parados. Ellos, prolongando absurdamente el paso de cebra por culpa de la moda, de los medios, de los modos.
Hay mucho de heroicidad. Se sube al coche. Lo arranca. Avanza y gira a la izquierda. Aparece la calle. Hoy, vacía. Hoy ha madrugado. Hoy esos idiotas turistas y fans de cuatro al cuarto no se han levantado todavía. Hoy
- ¡Mierda! Otra vez. ¡Será posible!
Hoy también hay imbéciles fotografiándose en Abbey Road.
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