El sentido del destinatario

Siempre sabemos a dónde ir. Cómo no saberlo a golpe de Tom Tom, de GPS, de callejero en realidad aumentada. Cómo no saber a qué hora llegaremos a. Cuál es la dirección de. El destino, el destinatario, son más ciertos que nunca, ahora que todos podemos saberlo todo. Otra cosa es entender. Porque tener una dirección no es siempre saber cuál es el sentido. Y hace falta en esto de las indicaciones, o los poemas.
Para Agudo, en 28010, las coordenadas suenan, se organizan, nos ubican, narran. Un timbre, un envío, el sentirse destinatario de. Poco importa el "de". El "de" lo es todo. Importa ser destinatario. Reconocerse en un nombre, en un significante al que una misma significa. Por eso en todo lo que rechazo palpita mi postura; y entre lo que fui y no fui, mis frustraciones; y entre lo que soy y seré, una bandada de verbos, siente la poeta al deletrear su propio nombre, en un ejercicio de identidad que identifica como "Fonética". Bajo este nombre transcurre la primera parte de un poemario centrado en la búsqueda, consciente de lo que eso supone, conocedora la voz poética de la tradición que rodea ese tema, asumiendo los vicios de quien busca con palabras, ganándose el respeto entonces de todos aquellos que andan buscando y casi ni lo saben: Dadme mis letras para recomenzar. Dadme aunque sea un cero, pero uno completo, cuadrado y sin fisuras.

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