Y esperan que tengamos horchata...

Esta tarde leía, y comentaba, el último post de Alberto Olmos. Pensaba en todo el jaleo, en su brillantez y mala leche bien destilada, en cómo los adversarios buscan brillo según a quien se opongan. Pensaba, incluso, que qué hostias, lo mismo todo es tan perfecto que está guionizado. Que aquí, antagonistas y héroes (por contra, más que por otra cosa) lo son porque así está pensado. Pensaba joder, qué listo, montar todo un universo en torno a una postura que no es tal. Alteregos, heterónimos, dicotomías y otros desastres. Pensaba, qué revuelo divertido y cómo pierdo el tiempo y me creo de vacaciones pero el caso es que yo tenía que rematar varios curros.
Salí con la bici a hacer cosas.
Vuelvo y
mecagoenhastaenmivida... Me encuentro escuchando comentarios en vivo que van entre lo absurdo y lo agresivo, siendo espectadora y destinataria de desatino y bilis y sobre todo de cosas a aburridas y a destiempo.
Y pienso joder, lo mismo al brillante Olmos estos del blog denoséqué le han tocado la moral y ya está. Lo mismo no es todo un juego retorcido (o sí, pero qué importa) y simplemente dijo "hasta aquí". Pienso igual se ha cansado de que tantos (o algunos) le molesten tanto.
¿Es menos brillante el sr. Olmos porque admita que unos descerebrados le tocan la moral?
¿Es menos escritor el que padece de vez en cuando porque la estupidez de los otros también molesta?
Si alguien te hace un poco de daño, porque la mediocridad puede ser hiriente, ¿eres menos escritor por contarlo, por quejarte?
Valoro la inteligencia emocional. No me creo la heroicidad emocional. No me interesa.
Prefiero un escritor que siente, padece, compadece. Que le pinchas y sangra y es un poco como todos.
Si este post lo escribo porque hoy me han tocado los ovarios ¿tengo menos razón?

Emborronamos. Manchamos. Entendemos poco, casi todos, y lo que entendemos lo estropeamos, a veces. Como con la plastilina, al final todo coge un color marrón grotesco.
Lo dice Luis Muñoz al final de un poema: Mejor, no mezcles nada.

Qué poco sabemos. Cuánto nos incordiamos.



Y como nota aclaratoria, por esta tendecia mía al cripticismo, me gusta mucho el post del que hablo y Alberto Olmos me parece un escritor brillante. La mala hostia la guardo para esos mediocres, que son anónimos, porque quieren -y porque no pueden ser otra cosa.
Que luego no se me entiende y parece que me meto con quien no me meto y que me quejo de lo que no me quejo.

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