Aquí, ese enemigo.

Nos lucramos. Los de la tele, los de la cultura. Nos lucramos.
No curramos una mierda, vivimos del glamour que da la pequeña, gran, mediana pantalla. Cómo molamos, los de la cultura. Los de la tele. Qué curro más guay, más cool, más interesante (dígase con la cabeza ladeada de fingido, vaya, interés). Qué bien que vivimos, los de la tele, el cine, el vídeo, los libros, tal. Casi es una vergüenza querer, además, cobrar por ello.
Que trabajas. Y en lo que te gusta. (Te gusta. Gustar).
Suerte.
Pues eso, los de la cultura, los chachis que curran en la tele, para la tele, donde la tele, tangencialmente con la tele, esos: nos lucramos.
Ganamos una pasta. Los actores, los directores de cine. Fíjate que cantidades indecentes mueve la cultura, la tele. Ganamos como motherfuckers. Vale, no como banqueros, pero mira qué ejemplo me pones. Vale, no como deportitas, pero oye, es que ahí se mueve tanto dinero. Vale, no como aquellos que tienen un empleo estable y no precario, pero -como decían en aquella peli- ¿quién vive?
Qué panda de jetas, toda esta gente. Que no tienen ni idea, ni formación. Que le dan a botones en aparatitos y teclados, y las máquinas hacen lo demás. Qué morrazo, el de esos idiotas que hablan por la tele, por la radio, que escriben en la prensa. Cuántos lo podrían estar haciendo. Qué desfachatez, la de los músicos (ah! si yo te contara mi vida con una guitarra), la de los actores (eso si me pagasen te lo hacía yo mejor), los escritores (ay... si tuviera tiempo ya te escribía yo una novela no, un novelón, que será por historias...). Qué asco, esta gente. Y aún se quejan. Hay que aguantarlos quejándose.
Menos mal que van a por ellos. Menos mal que se les acabó la sopa boba. Que les cierran los chiringuitos. Menos mal que el gobierno de Cascos es justo y va al problema de raíz. Se acabó el chocolate del loro, dijo aquel con una prosodia que ya quisieran todos esos literatos y plumillas de tres al quinto. A cerrar chiringuitos. Que esas productoras han venido de fuera a quedarse con todo el dinero de este país pequeño y nuestro, hombreporlosclavosdecristoya.
Menos. Mal.
Aquí, su enemigo. Aquí, gente que se forra con la cosa de la tele, con la cosa cultural. Que viven de un cuento que se paga a 90 días, cuando se paga. Que disfrutan de una precariedad laboral anterior a la crisis, de una falta total de control, de contratos leoninos, de horas extras como el pan de cada día, de exigencias cuasi hollywoodienses a precio de saldo. Aquí, el enemigo, el suyo. Señora, contenta de que se cierren chiringuitos socialistas y se mande a gente a la calle. Aquí, estos aprovechados del sistema, que elaboran proyectos y realizan trabajo a fondo perdido y son una maldita lacra para este país, pequeño y suyo. De usted. Aquí la molestia. Los vivelavida que cargan por las fiestas de prao con trípodes negros y cámaras negras. Con sus perfectas espaldas lesionadas, con sus perfectas tendinitis de golpe de ratón. Con sus kilos de maquillaje para tapar las faltas de medios de todo lo demás.
No somos trabajadores. No somos honestas PYMES, autónomos. Somos esa cuadrilla que va de intelectual, esa puta élite. No echamos horas de trabajo en casa. No tenemos formación, y si la tenemos bien poco que se nos nota. No deberíamos aspirar a nada, que ya bastante bien nos lo pasamos. Privilegiados y quejicas. ¿Servicio público una televisión pública?
¿Pretender cobrar el trabajo realizado y facturado? Qué demonios nos pensamos.
Gracias es lo que teníamos que estar dando.
Que aquí estamos, con un sopa boba que es aire. Con unos privilegios que son un link no operativo. Aquí estamos.

¿Que querías vivir de esto?
Habrase visto...

Aquí el enemigo, queriendo trabajar, queriendo remuneración, queriendo derechos.
Y un poco más allá, tu victoria con regustillo a poema de Bertolt Brecht. Que chiringuito es un término elástico, y cobra valor entre la masa a base de repetirse.

2 comentarios:

Ernesto Frattarola | 7 de enero de 2012, 7:04

Enorme y doloroso.

Anónimo | 10 de enero de 2012, 13:49

Muchas Gracias por enseñarme que expresar el sarcasmo con palabras y que el lector lo comprenda, es posible.