Papel a punto de en El Cuaderno


El oficio de todos

Estíbaliz Espinosa reflexiona sobre la relación con la obra propia en papel a punto de, su primer poemario publicado en castellano

Tengo menos de 20 segundos para cautivarte, vengas de donde vengas.// De no hacerlo, te marcharás para siempre sin recordar en qué página leíste esto. Y el lector sabe que aquí no hay exageración o literatura. Veinte segundos es nuestro margen de impacto. Los spots, los inicios de: el espacio de tiempo máximo que soportamos sin estímulo son diecinueve segundos. Si llegamos a veinte sin que nada haya pasado (un grito, un timbre, una idea, pornografía o muerte), nos vamos. Nos vamos y rara vez volvemos. Espinosa lo sabe, entiende que hay en cada poema una demo implícita. Que el azar es así, hace que leamos una página casualmente, y que metamos la causalidad en los bolsillos. La búsqueda no es en cada elemento. La búsqueda, entre tanto y tanto, es en el entorno.

Poeta. Mujer. Gallega. El ADN no se reconfigura o disfraza llegados al verso. No deja de ser en la voz nada de lo que es. Pero, entiéndanme, aquí no estamos frente a un diario, unas anotaciones personales de chica contando “cosas de chica” (¿?), la vida de provincias, el autobiografismo porque todos somos especiales y no hay paradoja que valga. Es la última parte del libro, “fluido rosa”, en la que más patente queda quién es la poeta y, con todo, quién es el lector. Qué somos, qué nos une en esta reflexión sobre la obra propia que construimos. El futuro, quién estará detrás.

Me obsesiona la obsesión de un neandertal./ Si algo intuyó sobre el tiempo que le quedaba./ Si acertó a adivinar qué especie torpe le haría tropezar. Espinosa generosa una “base de datos” de obsesiones, como a quien le ronda el número pi y no sabe o no se atreve a saber qué hay de ciencia en nuestra neuras, cuánto somos de un pensamiento que viene y va más allá de nosotros. Acabarse. Acabar. El fin y, por tanto, la finalidad, como aquello que sí y que no. Que sí por la falta que (nos) hace, y que no por el miedo que causa. Ese conflicto está en el propio título “a punto de”. Versos que se cierran porque precisamente no acaban. Un ejercicio de exploración, que no de tanteo. Porque llama la atención, con tanta tediosa tendencia a aproximar -ese pecado de poetas que se inician en inicios (y aquí nada significa la edad) con la contundencia de quien vuelve- , esta poesía que se sumerge. Que si vértigo, de dónde. Que si efímero, hasta cuándo. bajo esta página, nuestro talento:/ forma bastarda por la que preguntar/ cuando nieva/ y perdemos las huellas de los de nuestra especie.

La obra. Sentarse por la parte de atrás de un poema y verse escribiendo, con un reconocimiento lejano. Ese aire familiar que nunca acaba por pertenecernos. Ese acudir a las voces que han enseñado todo, invocar al conocimiento hecho mujeres concretas, y reconocer (reconocerse) eslabón poco digno ante el ojo crítico de la Historia (si es que Historia). Me acuso de no pertenecer a vuestra estirpe/ de haberme separado de vosotras/ de la esfera imantada de vuestra concentración/ para mezclar mondas de patata con teoría de redes/ energía oscura del cosmos profundo con una superficial vida de provincias/ la sofisticada vergüenza moral de Guantánamo con la emoción barata/ de escuchar perorar a mi hijo.

Estíbaliz Espinosa habla a punto de lo que somos y lo que dejamos. Habla de la poesía, y no. Habla del futuro, en lo que importa para entendernos ahora. Poeta. Mujer. Gallega. Y sin dejar de ser nada de eso, sin impostar ninguna voz, hablar de lo que le importa a un oficinista de Murcia, a un yupik de Alaska, a ti que lees esto. Espinosa escribe sobre el oficio de todas, la preocupación de todos, la pregunta que no deja de estar. La incertidumbre. Vivir a punto de.


Reseña publicada en el suplemento de cultura El Cuaderno, nº20 (La Voz de Asturias).

1 comentarios:

Ernesto Frattarola | 9 de marzo de 2012, 14:26

Gran poemario, en mi opinión. Coincido con tu valoración de "fluido rosa": contiene poemas memorables.

Un abrazo

Ernesto