Humor vítreo y mala gente

Después del 14N, de lo leído, de lo escuchado, de lo visto, toca seguir leyendo y pensando para entender algunas posturas o para decidir, más bien, qué hacer frente a determinadas posturas que no se entienden. 
Qué hacer frente a quienes justifican que unos funcionarios del Estado le abran la cabeza a un niño de diez años. Qué hacer frente a quienes reivindican su derecho a trabajar en un trabajo que, de no ser por las protestas, carecería absoluta e históricamente de derechos. Qué hacer frente a quienes, trabajando, se sientan ante una pantalla y ridiculizan cifras irridiculizables, y falsean y mienten y dicen estar trabajando, hasta cobran del dinero público porque están, dicen, trabajando. Qué hacer frente a quienes criminalizan la protesta y sin embargo vivieron el día de ayer como un festivo y se acodaron en las terrazas del Bellavista o La Buena Vida a consumir con la familia refrescos y patatitas.
De dónde sacar humor, verán, cuesta un poco. Si acaso, hacer por mantener el humor vítreo (que no se renueva y si se pierde se perdió) para seguir mirando lo que hay, para seguir con los ojos abiertos descodificando todo esto, porque, si no, qué hacer frente a tanto argumento pobre, vacío, manso. Salvo decir la verdad: que hay una mezcla de ignoracia y obstinación, de cobardía y de egoísmo. 

Eso, o que hay más mala gente de la que pensamos.

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