Esa gente tan educada

Ir en bicicleta por Xixón es la metáfora. 

Xixón tiene carril bici, a ratos. Y como otras tantas ciudades de la península ibérica, los conductores tienen hacia los ciclistas urbanos escaso o nulo cuidado. Molestamos los de sin motor. Vas por la calzada, siguiendo todas las indicaciones viales (y temiendo por tu trasero muchas veces) y puedes encontrarte con una mujer que apoya sus abundantes setenta en un bastón y decide cruzar por donde buenamente se le ocurre. Y esa mujer te mira como si fueras la Bruja Mala del Este y te dice "¿a dónde vas?", mientras haces por esquivarla en su imprudente intento de ser arrollada por algo que ve más inofensivo que un coche o una moto, o un carro llevado por un burro con los ojos tapados.

¿A dónde vas? Ha omitido el "te crees", quizás porque todo sucede medianamente rápido. No la conozco de nada. No he hecho nada, al contrario: no le he soltado un "señooora, hay que mirar!" ni le  he regalado el menor gesto de desaprobación por su empecinamiento en cruzar por donde le sale de. Pero me ha mirado desafiante, con rabia, y me ha preguntado qué estoy haciendo, a dónde voy. Qué me creo que soy. 

Pertenezco a una generación bien enseñada. A los mayores se les respeta. A los mayores se les ayuda. Si bien esta insistencia venía más con cierta displicencia (los mayores bastante tienen con serlo) que con admiración (ah! esos pozos de sabiduría...). Pero estaba claro: a la gente mayor no se le replica. Aunque ellos nos hablen como si nos conocieran para reprocharnos lo que no hacemos. Aunque ellas nos acusen sin motivo. Aunque ellos y ellas consideren que somos jóvenes y por tanto culpables. Y a callar. Da igual que no lleven razón y que no lo veamos justo. Nos enseñaron a respetar a los mayores, aunque los mayores no nos respeten.

Así la ideología. En alguna parte está escrito que la izquierda está por encima de las malas formas de la derecha. En alguna parte está grabado que la izquierda lo es porque a palabras necias hacen, si no oídos sordos, discursos largos y educados, respetuosos hasta decir basta. 
Una mujer en el vestuario dijo hoy que con Franco no se estaba tan mal. Otra mujer saltó diciendo que por ahí no pasaba. Y rápidamente añadió: me vas a perdonar, yo no vengo a discutir, no me gusta entrar en política pero.
La izquierda es muy educada. Tanto que cuando la pisan espera a ver con qué intención se hace. Así que aguanta que la vuelvan a pisar. Se pregunta qué motivaciones, qué carencias, qué desconocimiento tiene quien pisa. Y cuando lo ve excesivo dice: perdona, es que me estás pisando

Aquí estamos, esa gente tan educada, que vemos a quienes hacen el daño con cierta condescendencia (pobres, qué ignorancia para decir algo así). Soberbios, porque la razón es nuestra. Educadísimos, que no se diga lo contrario. No vaya a ser que con una huelga molestemos. No vaya a ser que pensando diferente ofendamos. No vaya a ser que nos quieran dar con el bastón mientras nos preguntan a dónde vamos, o pongan en peligro nuestra salud, y ofrezcamos una poco respetuosa resistencia.





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