Algunas horas con Mario

Aún nos quedan unos meses para caminar movidos por l´aire les castañes, aunque hay quien puede trasladarse a otra estación sin problemas con tan sólo bajarse al Paseo de Pola de Lena, justo debajo de su casa. El éxito de Dark la eMe, no nos equivoquemos, no radica en lo cerca que tiene su fuente de inspiración, si no en la habilidad demiúrgica con la que convierte cualquier imagen emocional en versos para sus letras. El hip hop, en el caso de Mario Fueyo (ese nombre que aparece en los documentos oficiales y que le permite distanciarse un poco, y menos mal, de la imagen pública), tiene mucho que decir, con mucho lirismo y con una coherencia que, en estos tiempos en los que escasea tantísimo, es realmente de agradecer.
Mario está sentado en el sofá de mi casa y entra una luz de esas que no duran mucho pero sí lo suficiente como para que lamentemos no estar sentados en una terraza. De fondo, quizás por cierto defecto profesional que invade ya cada rincón, se oye muy bajito un canal temático de música. En algún momento, probablemente mientras hablamos de la adicción de los videojuegos que padecemos todos los que estamos por allí, en mayor o menor medida, suena “Un asturiano en Madrid”, la canción que sin duda fue el pistoletazo de salida para todo lo que llegó después. Mario recuerda la grabación del videoclip, a finales de noviembre del año pasado. “De verdad que siento haberme perdido el paseo con el ataúd por Gran Vía. La cara de la peña tenía que ser para flipar”. Aunque sabemos que, en el fondo, en Madrid están más acostumbrados a que ocurran cosas. “Bueno, donde sí que habrían flipado sería en Oviedo”. Nos reímos ante la imagen y suponemos que la policía no se lo habría tomado con la misma guasa que en la gran ciudad, dándonos el pésame o diciendo que “la gente ya no sabe qué robar”.
Pero Mario sí sabe bastante de sorprender en la capital del Principado. “El primer programa de radiofórmula de hip hop en España fue el mío. Lo hacía en Radio Vetusta y se llamaba Black Party Music. Pero… un programa de rap, de aquella, en una radio del PP era complicado”. Nadie dijo que los inicios fueran fáciles, y hace unos años, cuando no había esta posibilidad ya totalmente asumida de encontrar y comunicarte con cualquier parte del mundo, ser rapero no era una “cosa sencilla”. “Es que raperos éramos antes, cuando un sábado o un domingo cogías el Alsa y te escapabas a León sólo porque ponían una hora de rap en una disco. Ahora un crío pueda saber en dos semanas más que todo lo que yo he aprendido desde hace más de diez años, que es estupendo, desde luego. Pero ha perdido la parte de calle”. Y esa, aunque todo se transforma, debería ser la esencia que, por origen, por contexto con cómo surge, no debería perderse.
Le confieso que la primera vez que supe del rap fue cuando en el 95 Pedro Guerra incluyó dentro de su primer disco, el directo que le editó Arbola, el “Rap-a-duras-penas”. En ella contaba una historia para explicar cómo había surgido. Como es lógico, de aquella, Mario ya conocía bien lo que era el rap. “La primera vez que escuché rap en mi vida fue en Alf, la serie del extraterrestre come gatos. En un capítulo, creo que la niña de la familia, montaba un número rapeando y decía <>. No había rima, ni tan siquiera, pero me flipó. Fue un flechazo. Yo estaba con mi bocadillo de nocilla, merendando, y pensé que sonaba bien. Lo cierto es que mucho antes de la temática –lo reivindicativo y lo demás- llegó el sonido”.
Para saber cuándo empezó a sonar, más allá de en los labios de un personaje televisivo de horario infantil, el rap en Asturias hay que plantearse, nos cuenta Mario, el tema por oleadas. “Aquí fue Danny Stilo quien cogió por primera vez un micro. En Madrid, en la base de Torrejón, tenían acceso a esta música de mano de los marines o de familiares que vivieran en Estados Unidos. Los djs encargaban los discos allí: tardaban tres meses en llegar y les costaban seis mil pelas de aquella. El rap empezó por mimetismo”. Era por mimetismo y, sin embargo, da la sensación de ser más auténtico de aquella que ahora. Hablamos sobre la diferencia entre mimetismo y moda. “En España, por duro que parezca, fue con la cuarta oleada, la de “la generación Eminem”, cuando empezó a valorarse. Podías ver a un tío, por la calle o en una tienda de discos, con un cd de Eminem en una mano y en la otra uno de Bisbal. Hicieron el oído al gran público y luego ya empezó a petar. No mola, pero es así.”
El éxito de Eminem facilitó hasta cosas como el acceso a ropa relacionada con el hip hop. “A nosotros, hace años, nos tenían que hacer la ropa, porque no había y queríamos tener la etiqueta de aquella. Ahora ya no hay etiqueta. Aquí pasará como en Woodstock. En el 99 ya era normal escuchar rap. Antes sólo lo escuchaban los raperos.”
Mario recuerda Woodstock, que siempre, -aunque sólo sea por la sonoridad evocadora del nombre-, tiene ecos de magia, y de cómo le sorprendió lo normalizado que estaba allí. “Yo viví una época en la que escuchar rap estaba mal visto entre los músicos. Empecé tocando con Stormy Mondays e imagina cómo le podía chocar a la gente.” Pero es que el rap no es una cuestión de elección, o al menos no lo ha sido para Dark la eMe. “Te atrapa. Te elige él. De aquella no pensaba en otra cosa. Soñaba, al principio del todo, con tener un amigo al que le gustara el rap. Lo de ahora: discos, ropa, revistas especializadas… era un sueño”.



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