Porque me quedé con las ganas (II)

Sibisse Rodríguez
No importa lo que diga su nombre, porque ella no es una princesa. Y a mucha honra, añadiría, porque no le gusta dejar las afirmaciones en suspenso, porque no quiere del aire más que las instrucciones para volar, sin que le pese a nadie.
Sibisse es de la generación del té blanco, de los libros de Cortázar, de las fotografías en la pared con chinchetas, de la psicomagia, de los sombreros. Y que nadie me pregunte qué generación se supone que es ésa, pregúntenselo a ella, que sabe leer en el dorso de las hojas, más sin son de otoño -aunque nunca de noviembre.
Ha vivido en Irlanda, en París, en Madrid y en alguna película de Won Kar-wai. Y siempre, allá donde estuviera la puerta de su habitación, ha estado frente a la playa. Sabe nanas, pero no las canta con frecuencia. Tampoco es fácil arrancarle un tango, aunque a veces ocurre y entonces brilla. Se desplaza sobre un caballito de cartón, accionado con su voz propia, o en avión, si se trata de esperar en la terminal cuatro.
Es la mujer de las postales, el lambrusco en primavera, la habitante de una caja de música, la chica que escribe haikus en post-its para regalárselos a sus amigos.
No se confundan, pese a su nombre, no es una princesa. Y a mucha honra, añadiría ella antes de salir al rescate de algún dragón.

Esto viene a cuento de aquello.

1 comentarios:

5181553 | 17 de mayo de 2009, 16:38

"Y a mucha honra" añade ella después de secar un asomo de lágrima tras esta presentación. Qué gusto da leerme en ti.