Inocentes

Verán, he perdido la costumbre.
Sí, también yo gasté bromas pesadas, y hasta muy pesadas. Llamadas de teléfono, cartas, mentiras en vivo. Desde las muy elaboradas hasta decir que ha nevado a quien aún no se ha levantado de la cama. Convertir la realidad en aquello que no es resulta, más a quienes adoramos las historias, demasiado apetecible.
Pero verán, hoy, 28 de diciembre, ya no.
Cuando la realidad se ha convertido en tantas ocasiones en broma pesada. Cuando los titulares de los periódicos y los de El Mundo Today no distan tanto -sobre todo si se trata de injustas noticias-, cuando nos mentimos tanto, a los demás y a nosotros mismos; pues ya no.
Santos no, pero Inocentes hace tiempo que lo parecemos. Crédulos que aceptan lo que dicen los mercados, lo que dice Merkel, lo que dicen los partidos mayoritarios. Inocentones que se sorprenden ante la protesta en la calle por la falta de Referendum a la hora de modificar la Constitución. Inocentones que leen y creen que la homosexualidad ha de curarse, por tanto enfermos, por tanto virus, epidemia, mal. Inocentones que defendemos al Rey, a nuestro Líder y a Nuestro Equipo de Fútbol, aunque pierdan, o nos hagan perder.
No voy a jugar hoy a buscar el gazapo encubierto en el periódico. No cuando todos los días hay gazapos por mala práxis, por mal sueldo, por mala prensa. Cuando las noticias se dan con cuchara y con pelos que no vienen al caso. Cuando la papilla es indigesta y prefabricada. Cuando lo nutritivo de las verdades queda reducido al número de hortalizas y frutas que has de comer, dicen, al día. No voy llamar para decir terribles mentiras cuando tantos días toca dar terribles verdades. En serio, ¿con qué hacer esto? ¿Con el trabajo que no hay, con la salud que planean recortarnos, con la estupidez, que va ganando adeptos?
Pues no, verán, hoy paso de las inocentadas.
Y mañana, seguiré pasando de ser una incauta.

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