A veces volvía a leer la primera carta que nos escribió desde la cárcel y lloraba al llegar a esas palabras que decían: "Qué tiempos más bonitos, cuando estábamos todos juntos y no nos faltaba lo indispensable". Los viejos tiempos me quemaban la memoria con luces multicolores. Las tardes a la puerta de casa con las amigas, los paseos por el campo, con el sol cayendo detrás de los montes y dejando una raya roja entre los pinos, las meriendas en la playa, y las risas, y los bailes en la plaza, "ojos verdes, verdes como el trigo verde", el pelo cortado a lo garsón, el escote marinero reflejado en el espejo del dormitorio, y los zapatos nuevos, con el tacón cortado y ancho, a lo Greta Garbo. Todo se había hecho pedazos y el dolor lo recomponía en mi memoria como si esas cosas fueran el destino que me hubiera estado reservado desde siempre y los demás hubiesen destrozado.
Cada noche me preguntaba si es que los demás no se daban cuenta de que la miseria no nos dejaba querernos. Era como vivir entre ciegos. Una tarde, cogí a tu hermana y me la llevé al cine. Ni siquiera sabía qué película pasaban aquel día. Sólo quería vengarme de los otros. No me importó que las vecinas me viesen entrar. Al final de la función, me incorporé como todo el mundo y se me hizo un nudo en la garganta cuando tuve que cantar Cara al sol con el brazo en alto. Por la noche, en casa, tu padre, que ya se había enterado, me besó, me acarició el pelo. Entonces sentí que aquella lucha desesperada por la supervivencia era la forma de amor que nos habían dejado.
La buena letra, Rafael Chirbes
1 comentarios:
Muy muy..guapo
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