Circo y circo

Andamos como en aquellas sátiras del ejército (los ejércitos), mirando qué, quién es exactamente "el enemigo". Porque en esta cosa de falsa autocrítica nuestra gana la tendencia de culpar a los de abajo (que si se gastó por encima de nuestras posibilidades, que si no somos solidarios, que si) y dejar impunes a los de arriba porque, claro, están arriba y esa es otra división.

Que los ricos tienen dinero es tautológico. Por eso son ricos, porque tienen dinero. Cómo lo han conseguido poco importa, porque ya eran ricos antes de la crisis. Que sigan obteniendo beneficios en estos tiempos, y que los obtengan a costa del desempleo feroz, de dejar a la gente sin casa, es lógico. Porque -y volvemos- ellos son los ricos.
Duro, o lo siguiente, combatir esta retórica. Más si andamos idiotas. 

Y señores, ya que nos ponemos a hacer autocrítica (falsa, falsa, porque nunca se incluye una, uno, en su individualidad, siempre es esa anónima masa, que sin embargo tiene nombres, muchos, apellidos, muchos) hagamos autocrítica. Andamos idiotas.

Y no me pongo insultante (aunque quienes se den por aludidos ya pueden dejar de leer, claro, que los prejucios dificultan la comprensión de los textos). Y me incluyo en la idiotez, porque ir contra la definición (ser consciente de la sociedad en la que vives, de la polis) acaba por agotar, por deprimir. Por entristecer. Y me pongo a ver Juego de tronos con mi chico. Y me olvido. Poco, porque empiezo a ver símiles. Pero solicito oasis artificial, momentáneo. Y qué bien sienta.

Mi oasis es la ficción porque el fútbol no me entretiene como para olvidarme del negocio que lo rodea, porque la telerrealidad me espanta demasiado. Soy consciente de lo que tiene de oasis, no es un canto a la intelectualidad, porque qué va.  

Pero en estos tiempos dolorosos encuentras más oposición visceral si te metes con algo tan cutre como Gran Hermano que si te metes con el gobierno al que pagamos, con los políticos profesionales a quienes no es que mantengamos sino que les subvencionamos un tipo de vida desmesurado y que, precisamente, les impide entender la realidad de aquellos por quienes deciden (qué entiende un concejal que cobra cuatro veces más que el dinero que entra en la casa de una familia de cinco personas, qué). Criticar el circo saca más garras que criticar la reforma laboral. 

Tranquilos, cuando se critica la cultura esto no pasa.

Por eso, circo. Por eso, cultura. Palabras diferentes para reacciones diferentes.

Todo esto bien puede parecer una postura elitista mía y de quienes piensan como yo. Ya están estos petardos que van de intelectuales, diciéndonos que más Proust y menos Casillas. Qué cansancio, que estén todo el día con el jazz o con performances hipercool como si eso fuera mejor que ver a Belén Esteban (que mira que es performance ella). 
Sí, puede parecer eso. El discurso de Lisa Simpson que ni ella misma puede cumplir, las más de las veces, sin riesgo a la marginación y hasta a la falta de coherencia.

Pero verán, ante una votación que enfrenta "Trabajo" versus "Toros", va y gana "Toros". Y no tenemos, queridas/os, lugar a los matices. La formulación es clara: Trabajo. Toros. Con esa nomenclatura (aun cuando se pudiera alegar la riqueza turística, supuesta, para el pueblo que supone que haya espectáculos con vaquillas y decir que esos trabajos eventuales irían a dedo para los mismos) la respuesta es "Trabajo". Por etimología. Hasta por simplismo. Lo es si estamos hablando todo el día del desempleo, del paro y de que esa es la gran tragedia de esta nuestra España. 

Pero circo.

Diría, al leer la noticia, que a mí me lo expliquen. Pero me lo explico. 

Andamos idiotas.
Que nuestra idiotez se manifieste con un soporte u otro es cuestión de gustos. Hasta dónde la llevemos, cuestión de cultura

Ah, que cultura era una cosa prescindible. 

Pues eso, que circo. Circo. Circo. 

No nos llevemos las manos a la cabeza si nos dejamos reblandecer el cerebro con el furor de los banderines, los gritos de Sálvame, la planicie acostumbrada del encefalograma perdido.


Circo y circo. Welcome,  Mrs Inanición.


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