Ser madre


El día que mi hijo cumplió año y medio apenas me decía "mamá". 

"Mamá" somos su padre y yo. Indistintamente. Esto quiere decir algunas cosas, o ninguna.

Quizás quiere decir que el niño de dieciocho meses que desbloquea el ipad desde hace tiempo, que pone en el cd autoamplificado la música que quiere escuchar, que elige la película que quiere ver y la saca de su funda y la introduce en el cacharro adecuado para reproducirla de entre los mil cacharros susceptibles de tal fin de la casa; quizás quiere decir que el niño que corre y ríe y responde a indicaciones de dos y tres pasos, no está interesado en el lenguaje de los tipos altos que viven con él. 
O quizás quiere decir que el niño de dieciocho meses que camina por la calle, y a ratos pide cuello al tipo alto de barba y a ratos pide cuello a la tipa alta del aro en la nariz, no distingue al tipo alto de la tipa alta (que tan sólo son altos desde su mirar de niño de dieciocho meses) y por eso los dos son "mamá".

No dice "mamá", o no como quien coloca un libro en su lugar entre los libros. No nos sitúa en nuestro rol de, eso que hace el lenguaje indefectiblemente. De momento, aunque haya gestado el tiempo que tarda un cuerpo en gestar, y parido el tiempo que tarda un cuerpo en parir, aunque haya dado el pecho los días y las noches de más de medio año, las veces en que una voz y una mirada lo pedían, aunque haya cambiado pañales, aprendido a diferenciar las mucosidades de un cuerpo pequeño, aunque mi tiempo se divida en el biberón de por la mañana, las verduras y proteínas y frutas de la comida, la siesta, los cereales y lácteos de frutas de la tarde, la piscina, el cuentacuentos, el parque, el señor que está en rojo y no podemos pasar, el baño, el biberón de la noche, el cuento, la canción, la canción cantada suave, la última mirada antes de dormirme, la mirada a mitad de la noche; aunque el orden del mundo sea el mismo y ya por siempre nunca el mismo, hoy, que mi hijo cumple año y medio no me siento madre
Y no me preocupa. No cambia mi amor, no cambia mi responsabilidad, no cambia el miedo extraño y nuevo que siento cuando menos me lo espero. Pero ese sintagma "ser madre" no está, a día de hoy, ahí. Sé que lo sentiré cuando él me coloque ahí. Sé que este es un sentir conjunto, un largo plazo del que cada día se aprende. No quería hablar de si me siento o no madre yo hoy aquí. 

Pero entended que no entienda cuando leo en un periódico, de esos que aún aseguran ser prensa periodística contra todo hecho que lo demuestre, que cuidar de un bebé que morirá a las horas de haber nacido te hace mejor padre, mejor madre. Entended que no entienda que te digan que ya eres madre, eres padre cuando te anuncian que el embrión de tres meses de gestación no es viable para la vida. Entended que no entienda en qué piensa una mujer que llama terrorista a aquella mujer que decide sobre su cuerpo y que no quiere gestar algo que está por gestar.

No sé qué día se sintió madre Soraya Saenz de Santamaría, ni qué día se sintió madre Sylvia Plath, ni qué día se sintió madre mi madre. El día que se sintieron así fue el día que se sintieron así. Que yo hoy, que el niño de dieciocho meses corre, ríe y sólo a veces, como quien no quiere la cosa, nos llama "mamá" a su padre y a mí, no me sienta madre, es sólo cosa mía. Y no tiene que ver con el amor, con el cuidar, con, si me apuran y aunque no sea mi palabra favorita, la pertenencia

Ser madre es un constructo.  Como tal, es cultural. Como tal, es difícilmente impositivo. Como tal, en absoluto exigible. 

El día que mi hijo cumplió año y medio unas mujeres se levantaron para aplaudir a quien les quitaba el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. 

Y sobre esto le hablaba a un amigo escritor esta tarde, sobre cómo una ley que imposibilita que decidas sobre tu cuerpo te quita la libertad, no sólo de elegir el no, también de elegir el . Si te quitan la posibilidad del no, te están invalidando la libertad del sí. 


El día que mi hijo cumplió año y medio, mi vida -nuestras vidas- llevaba siendo mejor año y medio, aunque el mundo estuviera empeñado en ser más feo cada día.

5 comentarios:

Miss Lund | 12 de febrero de 2014, 1:29

Maravillosa, Sofía!
Un beso grande
Puri


Violeta | 12 de febrero de 2014, 1:40

Gracias, Sofía. ¡Bonito y valiente! Ojalá alguno de los "señores altos" del Congreso recupere la sensatez antes de que sea demasiado tarde.

Inés | 12 de febrero de 2014, 2:24

Muchas gracias por este artículo. Es terrible, espantoso, lo que está pasando. Confío en que no dure mucho.
Que alguien me diga que soy menos madre porque no quiero gestar un hijo condenado a sufrir y morir, que alguien me diga que soy peor madre porque mataría a un embrión insensible antes de poner en peligro mi vida o la de los míos... Es para levantarse y dar una bofetada a quien lo diga.
Yo también estoy harta de respetar a quienes no respetan el dolor ajeno.

Anónimo | 12 de febrero de 2014, 14:09

Yo soy Padre, aunque no me dejan serlo, y no por ello me siento menos Padre.

Yo que soy ser racional, aunque quieren intentar que cada día lo sea menos, incluyendo todos aquellos que quieren decidir por mi y que quieren decidir por vosotras y sobre todo que quieren decidir por nosotros , pero no me siento menos racional.

Yo que no entiendo, como podemos volver a lo que ya debería estar superado, a todos aquellos momentos de libertad vigilada, los cuales, deberian ser un vago recuerdo solo presente para que no se vuelva a repetir.

No nos rindamos.

Me has vuelto ha hacer pensar, espero que no sea malo.

Excelente como siempre, o casi siempre.

Gracias!

Anónimo | 12 de febrero de 2014, 15:00

Maravillosamente escrito y lleno de verdad. Gracias por estas palabras