La señora María no sabe qué es el drama


La señora María no se ha preguntado qué es el drama. O sí, pero no dice nada al respecto en la película en la que es ella misma, la única película que a sus ochenta y muchos años ha protagonizado. Protagonizará. La señora María y su cuerpo doblado, y sus manos que no están hartas de trabajar la tierra, pero sí sus pulmones, sí su espalda, llenan de verdad la película La plaga (Neus Ballús, 2013). Quizás sea la poca verdad que conmueve de la película. Una cinta interesante, una cinta recomendable. Una de esas que una se alegra que se escriban, que se rueden. 

Pero los momentos reales de este largometraje, los que hacen que algo dentro se rompa o se doblegue, son aquellos en los que la señora María, tan payesa, tan del campo y de la vida, no sabe dónde meterse en la residencia de ancianos a la que la mandan por problemas de salud. Tan lúcida, tan imparable esa cabeza. Sin locuacidad. Sin grandes frases. Pero tan cierto todo. 


Será que la obsesión de esta hermosa mujer (algo está haciendo bien el cine cuando tan lejos del canon sólo nos muestra belleza) con qué hacer, con no parar de pensar en las noches, me resulta muy próxima. 
O serán estos últimos días de invierno, en los que la muerte apura que su filo es más fino y se lleva y se lleva y se lleva consigo, pero me divido entre ver el drama del cine -como bien apunta mi compa Tizón- como puro sadismo ("De todas las maneras de contarte esto he elegido aquella que se te clava hasta dentro y entonces retuerzo el punzón, echo cítricos, te dejo ahí, sufriendo") o como lo que decían los griegos, pura catarsis. 

La señora María, en cualquier caso, es ajena al género. Ajena a la película que graban, que la sobrevivirá.  


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