La barra del bar

Llevan más de ocho mahous cada uno. Y aún no son las nueve. Cada ronda me la pagan al momento. Lo hace ella. Y me deja un euro de propina cada vez. El cerdo de las propinas - lo llaman Trevín- está ganando peso considerablemente. Calcula.
Para ser justa, debo decir que él no se acaba los quintos de cerveza, los deja mediados. No sé si no puede con el ritmo de ella, o es que no le gusta que pierda presión o se temple la botella.
Él menciona mucho a la madre de la chica. Ella, todos lo sabemos, no tiene la edad legal para consumir alcohol. Ni la edad para beber así. Tanto. Él le sacará más de veinte y a veces le acaricia el pelo.
Hace rato que ella me mira igual que otros lo hacen, cuando ya van muy borrachos y tienen miedo de volver solos a casa. En la novena ronda él la disculpa. Perdónala, le gustan las chicas simpáticas. En eso ha salido a mí.
¿Y si la llevas a casa?
Sí. Su madre la echará de menos.


Han dejado un billete de cinco y un vacío de horas sobre la barra del bar.

1 comentarios:

Anónimo | 10 de marzo de 2007, 4:57

esto lo escribes tu?
está genial