Porque me quedé con las ganas (III)

Natalia Calvo
Imagínese que un día Terry Pratchet y su sombrero, muy hambrientos los dos, ferozmente sacudidos por el ruido de sus tripas, y sin tener nada más a mano, hubieran devorado a toda la groupe de Les Luthiers. Estos, a su vez, habrían sido sorprendidos por una terrible gula durante un viaje entre bolo y bolo con el único recurso paliativo de un montón de novelas de Philip K. Dick, que sazonaron con orégano, sal y Stanislaw Lem. Pero imaginen más, imaginen que después del festín argentino de Pratchet, éste y su sombrero, hubieran vuelto a casa y allí se echaran una digestiva siesta con una selección de capítulos de El equipo A, El Coche Fantástico y Enano Rojo.
Si pudiésemos sacar una muestra del señor Pratchet tras todas esas alteraciones, si la analizásemos y observáramos durante horas detenidas frente a un telescopio del cheminova, encontraríamos poca cosa, sí. Pero Natalia Calvo sabría narrarlo hasta el punto de hacernos llorar de risa.
Natalia tiene la dosis justa de humor absurdo para que todo sea un maravilloso absurdo: una sobredosis. Por eso no es difícil encontrarte en medio de una conversación en la que te plantea elegir entre tener doscientas ratas en tu cocina o doscientos tigres. No es extraño que sólo ella vea en los robots una amenaza tan doméstica, tan de andar por casa.
No lo sabe, pero Natalia Calvo escribe relatos de miedo. Nos reímos, porque combina la ironía con la espontaneidad de lo incomprensible, y nadie puede evitar la carcajada. Pero en esa carcajada hay algo de pánico, mucho de escapar hacia delante, de evitar enfrentarnos a esa posibilidad en la que todo lo que no parece malo puede realmente serlo.
La escritora de la risa feliz no es tal, ella ha envenenado a los autores más absurdos del mundo con la inseguridad plena, los ha desprovisto del escepticismo. Y usted sólo se dará cuenta cuando ya sea demasiado tarde.

Esto viene de aquello y de lo de allá.
(Y hoy me presta especialmente, porque cumple un año más y esa suerte que tenemos todos)

1 comentarios:

Krasnaya | 14 de mayo de 2009, 6:43

Haces bien en tener miedo a los robots.


MIL MILLONES DE GRACIAS, SOFI. Estoy llorando de emoción, :D